martes, 12 de agosto de 2014

Pablo Gaona Miranda declaró en el juicio por su apropiación durante la dictadura

“Saber la verdad es genial, pero no es fácil”

Recuperó su identidad en agosto de 2012. Ayer dio su testimonio en el proceso en el que están acusados sus apropiadores y un militar que lo habría entregado, que también fue su padrino. “Lo hago por ellos”, dijo en relación con sus padres y su familia biológica.

 Por Alejandra Dandan


Pablo lo dijo dos o tres veces, de distintas maneras. Uno de los fiscales se lo preguntó más directamente: ¿Qué sentís 35 años después? ¿Qué se siente? “Más allá de la sensación que yo pueda tener después de haberme enterado la vida maravillosa que podría haber tenido –aseguró–, también lo hice por ellos, por esto de querer encontrarme. Trato de ponerme en la piel de mi abuela y de mis tíos y todavía no me explico cómo hicieron para aguantar la búsqueda y la ausencia. Esto es un poco por ellos.” Contó que recibir la noticia sobre quiénes fueron sus padres y conocer a su familia fue “sensacional”, pero que “recuperar la identidad se trabaja día a día”. Así empezó ayer el juicio por la apropiación de Pablo Javier Gaona Miranda. En la sala, frente a él, estaban sentados los tres acusados: la pareja que lo crió y una persona clave, el coronel retirado del Ejército Héctor Salvador Girbone, un hombre destinado a Campo de Mayo desde fines de 1977, primo hermano de uno de los apropiadores, que cumplió el doble rol de “padrino” y “entregador”.

Entre el público estaban los nietos y los HIJOS. Pablo pudo contar pausado buena parte de lo que le sucedió. También cómo su “madre de crianza” le pidió un día que no fuera a Abuelas, porque podían ir todos presos.

Sucedió a fines de 2008, explicó Pablo. “Cada entrevista que yo veía de un nieto que recuperaba su identidad o cada vez que escuchaba hablar a una Madre o una Abuela me conmovía muchísimo”, dijo. “Tuve una pelea con mi madre de crianza porque le dije que quería ir a Abuelas (de Plaza de Mayo) porque pensaba que era hijo de desaparecidos. Ella no me dijo nada, como dándole poca relevancia, pero al otro día se sentó llorando y me dijo que por favor no vea a las Abuelas porque ellos podían ir presos y nombró a Héctor (Girbone). Me dijo que ella no sabía lo que hacía en ese momento, que era muy joven.”

Después de esa conversación, Pablo no fue a Abuelas. No fue durante cuatro años.

–No hablamos más del tema. Hasta que después decido acercarme a Abuelas y hacerme el examen de ADN y se entera al día siguiente de mi identidad.
–¿Cuánto tiempo pasó?

–Eso fue a fines de 2008 y el 29 de junio de 2012 fui a Abuelas. La verdad es que era un pacto común. De no preguntar más. Después de una relación de 34 años a nadie le gustaría hacer daño, pero en la búsqueda de mi verdadera identidad y la de mis padres es que yo tengo que estar sentado diciendo esto.

Y dijo: “Yo quería saber cómo era la vida de la gente que iba recuperando su identidad. Sabía que no era un proceso fácil. Saber la verdad es genial, pero yo sabía que iba a ser un proceso duro y difícil. A ellos se los dije con el resultado en mano”.
–¿Cómo fue la reacción?

–En ese momento se sintieron mal, pero luego de uno o dos días me empezaron a preguntar qué día había nacido, quiénes habían sido mis padres. Quedó todo ahí, no hubo una mala reacción.
La declaración

Pablo recuperó su identidad en agosto de 2012. Un mes después, escuchó la declaración de otra nieta, Catalina de Sanctis Ovando, en el juicio de la apropiación en San Martín. Ese día dio una entrevista a este diario: “Fue fuerte –dijo–, sobre todo porque me imagino que voy a tener que pasar por una situación similar”. Ayer ese día llegó. En la sala, entre el público, ahora estaba Catalina. También otros nietos, muchos: Victoria Montenegro, María José Lavalle, Guillermo Pérez Roisinblit, Tatiana Sfiligoy, Lorena Battistiol, Matías Reggiardo Tolosa, Manuel Gonçalves, integrantes de HIJOS y Abuelas. “¡Fuerza!” “¡Estamos con vos!”, le dijeron.

La fiscalía –Pablo Parenti, coordinador de la unidad especializada en casos de apropiación de niños, y Guillermo Friele– comenzó la rueda de preguntas. Al inicio contestó cortito. Pidió más preguntas. Y arrancó.

El es hijo de Ricardo Gaona Paiva y María Rosa Miranda, los dos militaban en el ERP. Pablo nació el 13 de abril de 1978 en el Hospital Rivadavia. Sus padres fueron secuestrados el 14 de mayo, luego de una reunión en Villa Celina. Pablo fue inscripto como hijo biológico de los apropiadores: Haydée Raquel Ali Ahmed y Salvador Norberto Girbone, ahora en juicio. Esas personas desde chico le dijeron que era “adoptado” y aunque la versión fue cambiando en algún momento, que lo habían “traído” de Misiones.

“Alrededor del año 2001 y 2002 empiezo a sospechar que podía existir esa posibilidad de ser hijo de desaparecidos. Primero porque me resultaba raro que me hubieran anotado en San Fernando, pero además porque había un militar en la familia que es mi padrino. Pasé muchísimos años tratando de negarlo, el solo hecho de pensar que podía ser verdad era un pesar muy grande para mí.”

Uno de los ejes del juicio será la reconstrucción de la cadena de complicidades por las que se lo quedaron. Y en esa lógica se investiga el rol del militar Girbone.

Ahora se sabe, y ayer lo dijo él mismo en el juicio, que en 1976 y 1977 estuvo destinado a Salta y a fines de 1977 pasó a la Escuela de Caballería de Campo de Mayo. Allí tuvo un puesto en la plana mayor con funciones como S-2 de Inteligencia. Primero dijo que en Salta había estado en el Operativo Independencia y luego en Campo de Mayo y que allí la tarea de la Escuela de Caballería era “pedagógica”, cuando en realidad la reconstrucción que hicieron los ministerios de Justicia y Defensa demuestra que las escuelas de los institutos militares cumplieron distintas funciones en el esquema represivo.

Otra prueba de la apropiación es el certificado de nacimiento falso que lleva la firma de un médico llamado Ricardo Nicolás Lederer. El médico es un obstetra que Girbone conoció en Salta. En 1978 los dos estaban cumpliendo funciones ya en Campo de Mayo. Lederer quedó asignado al Hospital Militar, donde funcionó la maternidad clandestina. “Es un médico respecto del que se señala un rol clave en maternidad clandestina de Campo de Mayo”, dijo el abogado Alan Iud a Página/12. “Pedimos para él la indagatoria, pero un mes después que hicimos esos pedidos se suicidó.”
La verdad relativa

Cada uno de los juicios de lesa humanidad suele ser singular pero a la vez tiene vínculos con otras causas. En este caso, uno de esos vínculos es la relación entre los roles del “entregador” y del “padrino”. En numerosos casos de apropiación de niños de la dictadura aquellas personas que cumplieron el rol de entregadores luego fueron nombrados “padrinos” por quienes recibían a los niños. Se sospecha que esto puede haber sido un gesto de agradecimiento, pero sólo es una hipótesis. Otro de los temas es la naturalización del tráfico de niños y el desprecio por la idea de la identidad.

Pablo creció en una casa en la que había dos niñas supuestamente traídas desde Misiones, de acuerdo con lo que dijeron sus apropiadores. Salvador Norberto Girbone en su indagatoria dio cuenta descarnadamente de alguna de esas impresiones. En la versión de los apropiadores, ellos recibieron a Pablo no del primo militar sino del padre de ese primo, que es un hombre que ahora no puede ser juzgado porque está muerto. Ambos aseguraron que no sabían que era hijo de desaparecidos.

“Nosotros siempre fuimos con la verdad relativa”, dijo. “Le habíamos dicho que era de Misiones. Incluso, cuando mostraban en televisión (un paisaje de Misiones), le decíamos: ‘De ahí sos vos, de ahí sos vos, como las hermanas, era para que se integre, que vea que era del mismo lugar.”

La mujer admitió: “Nadie me dijo que esto no se debía hacer. Creí que hacía algo bien”.

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